La estirpe bolivarense
Una tierra que enamora, que atrapa con su aire
aplacible a nativos y visitantes, la tierra sin par que se erigió entre las
aguas majestuosas del carrizal y el verde esplendoroso de sus campiñas, fecunda
y productiva como ninguna, cuna de gente valerosa y aguerrida, quienes con ese
espíritu inquebrantable y noble construyeron junto a sus sueños el desarrollo
de la bella Calceta, Quiroga y Membrillo.
Cien años ya celebramos, regocijados y esperanzados
de que el nuevo centenario sería la consolidación de nuestro cantón como un
referente turístico, gastronómico, cultural y por supuesto un cantón del
conocimiento gracias al poderío de nuestra universidad, ESPAM.
El orgullo de ser bolivarenses es un sentimiento de
todos y cada uno de nosotros, sus hijos, aspecto fantástico que nos eleva y
distingue, que nos diferencia positivamente y que nos fortalece para cuidar de
la tierra que es nuestra casa, que es lugar del
cual guardamos los recuerdos más memorables, lugar donde siempre está
latente el deseo por regresar, el lugar que damos a conocer al mundo con la
mayor emoción porque forma parte de nuestra esencia, de nuestra identidad y de
nuestros sueños más lindos.
Un acontecimiento repentino e impensado nos golpeó,
nos dejó vulnerables, nos entristeció, pero jamás nos arrebató la valentía y la
voluntad de que nuestras acciones engrandezcan y por supuesto le concedan
desarrollo y prosperidad al cantón Bolívar.
Dos meses han transcurrido, entre incertidumbre y ánimos variables, cada uno de nosotros ha
vivido estos días en diferentes ritmos, pero con la característica distintiva
de que nuestra determinación por hacer y ver mejor que nunca, mejor de lo
pensado a nuestra Calceta y a todos los demás lugares esplendorosos que
conforman nuestro territorio, se ha reafirmado enormemente y con ello actuar de
manera oportuna y correcta ante la recuperación.
La Sin Par perdió vidas, perdió edificaciones, perdió
símbolos de su historia, pero no ha perdido su encanto, valía, talento y
capacidad de sus hijos; ya no tenemos a nuestro hermoso reloj público, sin
embargo tenemos horas, muchas horas para reconstruir a nuestra tierra amada.
Los escombros se evaporan y las huellas de tan
dolorosa tragedia como lo fue el terremoto 7.8 del 16A pierden visibilidad, de
a poco se va desvaneciendo el desconsuelo de observar los espacios vacíos
aunque no deje de sentirse aflicción por los seres amados que ya no están para
acompañarnos.
¡Al empate Calceta! Ha sido desde siempre nuestro grito de esperanza,
es la frase entusiasta que nos ha otorgado notoriedad frente al país y el
mundo. Hoy esas tres palabras equivalen más que nunca a la fuerza y poder que
tenemos no para continuar, sino para edificar la nueva Sin Par, no solo para construir
edificios, sino para cimentar progreso, no solo para crear escuelas, sino para empoderar de educación a nuestros niños, no para
llenar espacios porque sí, sino para visualizar y cristalizar la mejor ciudad
que podamos tener, ya que lo merecemos por nuestro esfuerzo. Jamás conformarnos
con lo “básico”, sino trabajar y obrar bien por darle el mayor esplendor al
territorio bendito y privilegiado del cual somos afortunados de pertenecer.
Desechemos la idea de que hemos
perdido, por el contrario hemos ganado una maravillosa y única oportunidad de
tener y vivir en el lugar más armónico, completo y digno de ejemplo para
millones de personas.
La estirpe bolivarense es sinónimo de un
espíritu libérrimo y noble, de solidaridad e ingenio, de belleza y amabilidad,
y sobre todo de lucha y optimismo. El ayer no podemos cambiarlo pero el mañana si
podemos crearlo del modo más perfecto gracias al amor por nuestro cantón y con
la fuerza de nuestra estirpe
bolivarense.
Con afecto,
Estefanía Villacís G.
0 comentarios: