Los niños
Cuando me
proclamaron Reina del cantón Bolívar dije con mucha emoción que uno de mis
sueños era que los niños nunca dejen de reír y nunca tengan que trabajar, que
por ningún abuso o maltrato pierdan la inocencia propia de sus cortos años, y
es que desde siempre me han contrariado las injusticias y más las que atañen
los derechos de las niñas y los niños.
Cada día
ante las situaciones y difíciles realidades que me han tocado evidenciar no
puedo dejar de sentirme desilusionada y a la vez impotente ante la indiferencia
de nuestra sociedad, comenzando por las autoridades de todos los niveles
quienes suponen que con dar algún presente en una fecha especial del año
realizan la mayor obra y no es así, nuestros niños demandan el respeto y cumplimento
de sus derechos para poder alcanzar su
bienestar y desarrollar su habilidades.
Y es irónico
que en muchos de los casos sean sus propios padres quienes abusen de sus derechos,
me resulta indignante que la indolencia y el egoísmo en el que han caído muchas
personas que pueden hacer algo importante para proteger a un niño no lo hagan,
simplemente porque solo se interesan por su comodidad, por ello digo que las palabras de amor y consideración por los niños se diluyen cuando necesitan
de nuestra ayuda y eso debemos erradicarlo.
No sólo las
balas matan a las personas, la indiferencia, el egoísmo y la falta de
solidaridad también y no podemos admitir que aquello continúe deshumanizando al
mundo, y mucho menos intensificando las injusticias sociales. Nuestra buena
voluntad y más aún nuestras acciones positivas por más pequeñas sean siempre causarán
un gran impacto en la población.
De nada
sirven los convenios, códigos y demás leyes que garantizan la protección
integral y específica de los derechos de los niños, si cada uno de nosotros los
irrespeta, si mediante nuestros actos no les inculcamos valores y les brindamos la seguridad emocional que
requieren para formar una gran autoestima y personalidad.
El fin de semana a propósito de la celebración del
día mundial de las personas con Síndrome de Down, me entusiasme tanto al
rodearme de niños maravillosos pero así mismo me di cuenta de lo mucho que necesitan
y sobre todo lo injusta y cruel que han sido muchas personas con ellos a lo
largo de la historia, discriminándolos y refiriéndose a ellos con irrespeto;
sin embargo, me conmovió tanto el amor con que muchos padres especiales - como ellos se denominan -, han
emprendido una lucha que estoy segura van a ganar, para poder ofrecerle a sus
hijos todas las oportunidades que necesitan para ser independientes,
profesionales y tan exitosos como una persona con 23 pares de cromosomas.
Nunca podremos ser perfectos, pero si podemos
cultivar día a día en nosotros valores tan nobles como el amor, la bondad, el
respeto y la tolerancia.
Nunca olvides que si tus acciones no ayudan a mejorar la vida de alguien, entonces tu vida no tiene sentido.
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