No quiero ser prudente
Dicen que eres dueño de tu
silencio y esclavo de tus palabras, relativo, ya que también puedes ser esclavo
de tu silencio, y muchas veces al contener tus pensamientos y no poder exteriorizarlos
terminas afectándote por esa mala decisión de reprimirte. Es verdad que se debe
pensar antes de hablar, pero es más verdad que no puedes optar por
acostumbrarte a no hablar cuando tienes que hacerlo.
No expresarte fortalece los
prejuicios de los “sensatos”, agranda los terribles estereotipos que merman la
cordialidad de la gente, multiplican esos moldes que en nada son perfectos o
ideales. Hay que ser libres, dejar ser y hacer a los demás lo que quieran y
como quieran, nadie tiene porque crear clones de nadie.
Me desconcierta y luego me causa
risa que muchas personas se horroricen y fomenten caos de lo que se dice o
escribe en base a la verdad y la objetividad, en lugar de horrorizarse e
indignarse por infamias, calumnias, descalificaciones sin fundamento, palabras
peyorativas, términos discriminatorios y muchas cosas más de ese tipo. Esa doble
moral es la que se debe aplastar, y no las manifestaciones de quienes con valor
y responsabilidad hablan de lo que sienten que deben hablar.
El problema actual es que no se
trabaja por lo que significa la verdadera igualdad, sino que se han des
configurado los códigos en la sociedad y lo que se pretende es que la gente sea
igual en maldad, en cinismo, en oportunismo, en frialdad, en una terrible conformidad
bajo el título de “correcto”.
Cada ser humano es como es, y
debe actuar de la forma que lo haga sentir más feliz, por ello ser tolerantes es muy
importante para ser buenos receptores de los mensajes que nos dan los demás; al
principio se puede llegar a minimizar lo que se escucha pero en todo existe
algo útil y no todos llegamos a asimilarlo por los perjudiciales
convencionalismos.
El ser espontáneo es
extraordinario, denota la luz que has podido encender en ti mismo, es una
magnífica consecuencia de las almas transparentes y autónomas. El “reservarse”
las emociones consume y es cómplice de lo injusto que se vive a diario.
¿Quién puede calificar con entera
precisión la prudencia? Nadie.
¿Quién puede ser libre para
expresarse? Todos.
Nada más fácil y sencillo como
eso, que se diga todo lo que se piense y que eso se repiense bien es magnífico,
que se lo calle no es conveniente. Hay que ser valientes no sólo para luchar a
nivel físico, sino para defendernos a nosotros mismos de lo que quiera atacar
nuestra esencia y personalidad, nuestro accionar que siempre debe reflejar las
certezas que nos forman.
Si ser prudente equivale a ser
indiferente, a ser hipócrita, a ser antipático, no quiero ser prudente.
No quiero ser prudente y si me
gano “problemas”, no importa porque es más valioso ser auténtico y mostrase tal
cual, que adoptar personajes de acuerdo al lugar o a quien tengamos cerca,
porque a la final nos convertiremos en alguien más y no en el ser que tiene que
brillar.
Con afecto,
Estefanía Villacís.
P.D.: Calladita no me veo más
bonita, y tú tampoco.
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