Mis tensiones con la humildad

21:42 estefania villacis 0 Comments

Siempre que se da la oportunidad resalto que mis padres supieron transmitir e inculcar muchos valores y principios. En lo quizás aparente son diferentes, y es lógico puesto que por muchos factores he podido ir descubriendo de una buena manera él mundo, sobre todo en la tan altiva academia, donde si no te replanteas y cuestionas muchas cosas, es como si no hubieras pasado. 

Ha sido y de hecho será parte de mi vida escuchar lo siguiente: “Que chevere que has sido”... las apariencias engañan es mi respuesta más usual. 

“No seas jamás humilde con los soberbios, ni soberbio con los humildes”, dijo Jefferson David, yo lo aplico tal cual. No debo presumir de una falsa humildad, nadie es humilde, es muy subjetivo, es ambiguo.  La humildad ha sido estereotipada, el disfraz perfecto de los manipuladores, de la gente que no quiere ni valora a la otra gente.

Algunas personas en algunas ocasiones me han dicho que sea más humilde, que lo de aquí y lo de allá, siempre he sonreído ante ello. Nadie es perfecto, todos nos construimos y deconstruimos a diario, al menos quienes sabemos que ser flexibles y abiertos es un camino para vivir mejor.

Sin embargo, las únicas veces en las que me detengo a analizar mis palabras y actitudes, entre otras cosas referentes al tema, han sido cuando mi mamá me ha dicho que sea más humilde. Pero no queda ahí, luego le pregunto él porque, le hago ver lo que ya les escribí, nadie es humilde, y defiendo mi postura, ya que si volvemos a mi afirmación de que conceptualizar está palabra es subjetivo y cargado de estereotipos, tú y yo seremos humildes ante los ojos de unos y soberbios ante los ojos de otros.

La humildad y sencillez son un cliché, y una trampa obvia, muchas personas gastan sus energías en parecerlo (me resulta terrible, pero problema de cada quien), hay que ser auténticos, hay que tener personalidad; el bien y las acciones positivas que muchas veces transforman la vida de los demás son producto de la determinación y en ese camino nos topamos de frente con la humildad y la soberbia.

No es que no sea humilde por cómo luzca, por mi estilo de vida o por mis criterios, no soy humilde porque me toca ser soberbia con gente ruin, envidiosa y sin escrúpulos, esas que te molestan con J mayúscula y que generan injusticias, que además por ambiciones desmedidas pisotean a los “débiles”; personas que son infelices.

Vivamos sin falsas modestias, el que dirán y el cómo te y me verán es para mentes pequeñas; estoy segura que quien está leyendo no es parte de este grupo (puede que tú si, reflexiona).

Con afecto,


Estefanía Villacís G.

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