En muchas ocasiones erramos al pensar que nuestros sueños e ilusiones son demasiado improbables como para dedicar mucho tiempo imaginándolos o queriéndolos hacer realidad, nos equivocamos más al pensar que dichos sueños no los puede alcanzar cualquiera, que sólo un grupo “privilegiado” de personas los pueden cristalizar y simplemente la mayoría debe adoptar la posición de espectadores. Y no es así, en menor o mayor magnitud todos los seres humanos tenemos el potencial de lograr hasta el anhelo que parezca más utópico, siempre que lo imaginemos con mucha fe, lo deseemos con todo el corazón y ejecutemos nuestras acciones con toda la fuerza posible para hacerlos realidad.

Resulta cotidiano escuchar a cientos de personas hablando de sus dificultades, de lo mal que les ha ido, de lo difícil que es avanzar, en fin, sólo excusas para no luchar y ser feliz viviendo como desean, y más triste resulta escuchar que para ellos los sueños no son inspiración ni fuente de energía, sino que los consideran como motivo de decepción, de cuestionamientos, de frustración. Debo recalcar que al hablar de sueños no me refiero a objetos materiales, ni al dinero en sí, algo peor aún es reforzar la idea que el mayor sueño de un ser humano sea almacenar dinero y olvidarse de vivir feliz con las cosas simples y más lindas de la vida, como abrazar a alguien, ayudar a un niño, tender su mano solidaria a un anciano, a un enfermo, a un desposeído, sencillamente ser humanitario. Me refiero a cumplir propósitos de vida, que mejor es llamarlos sueños porque considero que esa palabra tiene menos carga emocional, sueños que pueden ser el resultado de un día, una semana, un mes, un año o muchos, los que sean necesario para dejar una huella positiva en nuestro mundo y haber vivido, y no sólo existido.

Cada noche al descansar motívate más, cada mañana al despertar alégrate más, porque tendrás la oportunidad de avanzar hacia tus estrellas.

Con afecto,

Estefanía Villacís G.