Pensar bien
Cada persona vive procesos
diferentes y se toma mayor o menor tiempo en poder entender y hacer lo que le
toca. El reto es hacerlo con paciencia, en silencio y no desistir. Deshacerse
de la inacción es el primer paso, lo demás se irá acomodando, y al final todo
adoptará una forma mejor a la ideada.
El pasado sólo debe ser un
antecedente para hacer bien las cosas y lograr que el presente fluya a un ritmo
adecuado, el problema es que a veces nos apegamos a situaciones que nos
confunden y en el peor de los casos nos atan innecesariamente, condenando lo
que está por emerger e instaurando el pesimismo en todo quehacer.
Pensar mal enferma ya que con
ello se desarrolla la paranoia, iras, malestares, etc…es un mal hábito que nos
predispone a levantar muros inútiles y a envolver las múltiples oportunidades
que siempre se manifiestan pero que no siempre las sabemos identificar. Pensar
mal enferma porque la actitud se torna a la defensiva y en muchos casos
explosiva, enferma porque oscurece todo en cuanto esta dado para nuestra
satisfacción.
Debemos enfocar al pensamiento
como un juego divertido, al otorgarle mucha presión estaremos desvirtuando lo
acontecido y lo que está por acontecer. Y aunque muy pocas veces suelo decir:
“Piensa mal y acertarás” esto se enmarca más en el tomar precauciones sobre
algo puntual, no en encajar los pensamientos al lado del pesimismo.
Pensar lo necesario y con
positivismo es una fuente de bienestar, un energizante natural para poder
entablar y alcanzar todo lo indispensable en nuestro andar. Pensar bien es un
aliciente, un estado que permite mostrarte sonriente y paciente. Pensar bien
favorece la construcción de análisis oportunos a tus acciones, emociones y
decisiones. Pensar bien es igual a pensar lo necesario, sin más ni menos, sólo lo
que deba de ser.
Si se piensa en la cantidad y de
la forma más óptima, la livianez mental contribuirá a que todo lo anhelado y
emprendido se consolide mejor de lo planificado. Pensar bien es aprender a
dosificar los supuestos con lo existente, darle primacía a lo que es más
probable y repensar lo deseable.
Pensar lo que hay que pensar, nos
librará de cualquier malestar; pensar lo que no viene a lugar simplemente nos
propenderá a enfermar.
Si somos
dinámicos para obrar, somos aún más capaces para trasformar.
Pensemos
bien para crear y no para malograr.
Con afecto,
Estefanía Villacís G.
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