Pensar bien

12:55 estefania villacis 0 Comments


Y ahí estamos, tejiendo telarañas, dándole paso a incertidumbres y fantasmas, adelantando conceptos e imaginando hechos que lo único que provocan son caos y enredos. Repetiré hasta la saciedad que nada es, ni tiene porque ser complicado, que la gente debe ser más fuerte emocionalmente y menos susceptible. Yo sé que aprender a ver lo bueno de todo y de todos no es sencillo, pero al principio, luego habrá flexibilidad para comprender y ver con tolerancia y no con ansías de juzgar.

Cada persona vive procesos diferentes y se toma mayor o menor tiempo en poder entender y hacer lo que le toca. El reto es hacerlo con paciencia, en silencio y no desistir. Deshacerse de la inacción es el primer paso, lo demás se irá acomodando, y al final todo adoptará una forma mejor a la ideada.

El pasado sólo debe ser un antecedente para hacer bien las cosas y lograr que el presente fluya a un ritmo adecuado, el problema es que a veces nos apegamos a situaciones que nos confunden y en el peor de los casos nos atan innecesariamente, condenando lo que está por emerger e instaurando el pesimismo en todo quehacer.

Pensar mal enferma ya que con ello se desarrolla la paranoia, iras, malestares, etc…es un mal hábito que nos predispone a levantar muros inútiles y a envolver las múltiples oportunidades que siempre se manifiestan pero que no siempre las sabemos identificar. Pensar mal enferma porque la actitud se torna a la defensiva y en muchos casos explosiva, enferma porque oscurece todo en cuanto esta dado para nuestra satisfacción.

Debemos enfocar al pensamiento como un juego divertido, al otorgarle mucha presión estaremos desvirtuando lo acontecido y lo que está por acontecer. Y aunque muy pocas veces suelo decir: “Piensa mal y acertarás” esto se enmarca más en el tomar precauciones sobre algo puntual, no en encajar los pensamientos al lado del pesimismo.

Pensar lo necesario y con positivismo es una fuente de bienestar, un energizante natural para poder entablar y alcanzar todo lo indispensable en nuestro andar. Pensar bien es un aliciente, un estado que permite mostrarte sonriente y paciente. Pensar bien favorece la construcción de análisis oportunos a tus acciones, emociones y decisiones. Pensar bien es igual a pensar lo necesario, sin más ni menos, sólo lo que deba de ser.

Si se piensa en la cantidad y de la forma más óptima, la livianez mental contribuirá a que todo lo anhelado y emprendido se consolide mejor de lo planificado. Pensar bien es aprender a dosificar los supuestos con lo existente, darle primacía a lo que es más probable y repensar lo deseable.

Pensar lo que hay que pensar, nos librará de cualquier malestar; pensar lo que no viene a lugar simplemente nos propenderá a enfermar.

Si somos dinámicos para obrar, somos aún más capaces para trasformar.

Pensemos bien para crear y no para malograr.

Con afecto, 

Estefanía Villacís G.

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