Mentes carceleras

14:46 estefania villacis 0 Comments


Con frecuencia entre mis compañeras surgen conservaciones referente a las diversas situaciones que vivimos las mujeres no sólo en el ámbito laboral, sino en la cotidianidad… por ejemplo, lo difícil que les resulta en ocasiones usar vestidos, a pesar de gustarles, porque se sienten intimidadas con las miradas morbosas de aquellos hombres que no conocen la palabra respeto y en cuyo imaginario somos “cosas” para su deleite; y que decir de los muchos comentarios irritantes que tienen que escuchar. Es repugnante, ante dichas bajezas el primer paso es hacernos de oídos sordos.

Sobre los vestidos, las faldas y por supuesto las “mini”, respondía que me parece una terrible atadura el tener que auto limitarnos a vestirnos como nos plazca por las pésimas actitudes de otros, más que nada por la detestable enfermedad del machismo. Yo no lo acepto, no dejaría de usar la ropa que me gusta, por las retorcidas palabras y acciones de otros, eso sería sucumbir ante los depredadores, perder libertad, lo más preciado que debe cuidar una persona. Ser libres para pensar, hablar, hacer, etc., no es negociable para mí, no lo debe ser para nadie.

Es cierto que algunas escenas son incómodas, sin embargo, hay que construir el temple necesario para no dejarnos amurallar por las mentes enfermas que no logran discernir sus acciones misóginas y sexistas, con el valor fundamental de una persona, el RESPETO. A pesar de ello, lo más inaceptable es toparse con mujeres que tengan inoculado en lo más profundo de su “razón” estas células de violencia hacia su mismo género debido al hecho de haberse dejado dominar por el patriarcalismo de la sociedad.

A propósito de dichas mujeres con discursos machistas, debo traer a colación un suceso del día de ayer. Bien, estaba presente en un acto sobre comunicación y una expositora se dirigió al público para hablar de la representación de la mujer en la política. Desde mi punto de vista no había novedad en lo que decía – ese no era el “problema”-, resulta que entre muchas barbaridades que dijo estuvo lo siguiente: “a pesar de ser mujeres”, me sangraron los oídos… enfatizaba en el rol de las amas de casa como si una mujer tuviera más valor sobre otra por saber cocinar. 

Trataba de encasillar a la sensibilidad como una fortaleza propia de las mujeres, cuando la verdadero es que no importa el género, las cualidades no son exclusivas, no se trata del género al que pertenezcamos, sino de que somos seres humanos y ello equivale a que todos sin distinción de ninguna clase tenemos valor. Con seguridad la señora no tiene claro lo que significa promover un discurso de equidad, lamentable.

Experiencias como la brevemente mencionada, me hacen reflexionar sobre varios temas, entre ellos el mensaje equivocado que se está difundiendo sobre el empoderamiento femenino, y acerca del inmenso compromiso que tenemos de crear espacios para fomentar, consolidar la ansiada igualdad, y contrarrestar los referidos malos mensajes.

Están latentes dos opciones, aceptar y “sufrir” o liberase y ser FELIZ.

Aquí una de mis consignas: El día que sea o actúe como los demás quieren, ese día empezare a morir.

Con afecto,

Estefanía Villacís G.

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HOMOFOBIA

13:25 estefania villacis 0 Comments

Hace algunos días se dieron marchas a nivel mundial por parte de los grupos y colectivos GLBTI, de las cuales me impactó una imagen que decía: “NUESTRO AMOR NO HACE DAÑO, TU ODIO SI”…nada más cierto. Necesitamos concienciar a plenitud sobre el respeto a la individualidad de las personas, por sus gustos, sus preferencias, sus formas de vida. El hecho de que no quieras vivir en el statu quo de la sociedad, no te hace inferior, ni te debe convertir en potencial víctima de abusos y violencia de personas discriminadoras e intolerantes.

En ese mismo contexto, se difundían imágenes fuertes, terribles sobre los más recientes casos de ataques y asesinatos perpetrados a homosexuales, que me provocaban horror, impotencia y una gran decepción, de ver cómo nos estamos acabando los unos a los otros. No se trata de códigos morales ni de religiones, se trata de algo universal, de convivir sin recelos con las diferencias de todos, de construir fraternidad.

Y no se piense que esto se limita a una agresión física, pues una “simple” pero homofóbica opinión comenzará a sembrar una ola de violencia desenfrenada. Que se compartan ese tipo de comentarios es nefasto, hay que romper con la cadena de la condena a las personas que optan por vivir como su corazón les dicta y no por el que dirán de la sociedad. Y sí, nuestra constitución establece que las leyes sancionarán toda forma de discriminación, en nuestro Código Orgánico Integral Penal están tipificado los delitos de odio (art. 177), y así existen y existirán muchas normativas al respecto, aquí en Ecuador y en todo el mundo, no obstante, la solución no parte de las leyes, sino de cada persona que decida actuar bajo los lineamientos de la tolerancia, comprensión y de la paz, bajo un infinito respeto por las diferencias de ser y pensar y  por los distintos estilos de vida que cada quien elige.   
    
Lo “bueno” no se está propagando, lo que está propagándose en su lugar es una violencia desmedida. SI, la sociedad está enferma, y parecería ser que la gran mayoría quiere hacer caso omiso de esta realidad. Que ironías, la gente le tiene miedo y rechazo a los homosexuales pero no le tiene miedo a lidiar con gente  envidiosa, hipócrita, abusiva, machista, sexista… la lista puede ser interminable.

Por esto, la base para una convivencia afable recae en que nuestras actuaciones se enmarquen, justamente, bajo los principios de igualdad y de no discriminación; sin que exista ninguna situación que justifique lo contrario. Resguardar nuestra dignidad equivale a precautelar la de nuestros semejantes. Cada día debemos plantearnos como ejercicio el tomar nota de lo dicho y de lo hecho para poder reparar en las palabras u actos prejuiciosos que pudiéramos estar cometiendo; o,  para frenar los que veamos o escuchemos.

Eduquémonos para liberarnos, seamos libre para educar, analíticos para transformar y transformadores para lograr nuestra dignidad y no afectar la de otras personas.

Tengamos como línea de vida esta: Para vernos como iguales, debemos respetar las diferencias.

Hay que sanar a nuestra sociedad, la medicina se encuentra en nuestra mente.

Con afecto,

Estefanía Villacís G.


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Derechos Humanos en tacones...

9:35 estefania villacis 0 Comments



Los estereotipos son armas letales que pretenden frenar a las personas, la intención de querer mantener un “estándar” para las distintas profesiones u ocupaciones es lo más retrógrado que puede suceder. Hay que abrir nuestra mente y romper con las imposiciones sociales, como luzcas no puede condicionarte a nada.

Recuerdo que en mis primeros días de clases un compañero luego de ver mi facebook me dijo: “Has sido reina, que haces estudiando derechos humanos”… me quede algo impresionada, de ahí en adelante me esforcé más por demostrar la fuerza de mis convicciones y evitar que mi supuesta “delicada” apariencia distorsionara lo que realmente soy y la misión que quiero cumplir en esta vida, claro está, sin doblegar ante las erradas concepciones.

Las mujeres están liderando grandes cambios, el mundo dejó de ser de los hombres, el mundo está siendo no de quienes quieren cambiarlo, sino de quienes están actuando bajo ese propósito. Lo impensable ya está siendo real, y a pesar de que aún suceden muchos hechos estremecedores, aunque mucha gente esté viviendo situaciones deplorables, se puede contribuir en la reversión de lo nefasto, se deben develar las trampas de las estructuras dominantes para vivir con más libertad y para fomentar el respeto hacia los demás.

El proceso hacia una cultura de paz siempre será continuo, las realidades son fluctuantes, jamás estáticas, estando cerca de obtener una conquista, surge una nueva lucha que demanda una participación activa de la sociedad; si bien, se han consolidado muchos progresos, se continúan evidenciando muchas problemáticas producto de un distorsionado uso de los poderes económicos y políticos… y sí, también se escuchan muchos discursos humanistas, y al mismo tiempo se vislumbran iniciativas sociales en aras de lograr que todas personas tengan las mismas condiciones de bienestar y oportunidades, no obstante ¿Podemos decir que vivimos en una sociedad donde se respetan y cumplen los derechos humanos?

Sin dudarlo, falta mucho trabajo para consolidar la ansiada paz y justicia de los pueblos, para erradicar la violencia y desigualdad que originan los prejuicios y la discriminación. Pero también estoy por demás convencida que todos y cada una de nosotros desde nuestras distintas trincheras tenemos el deber y obligación moral de ser gestores de transformaciones, tomar como nuestras las causas que están ocasionando una ruptura en la pacífica convivencia de las poblaciones, de comenzar por un trabajo interno que nos permita esclarecer las conductas inapropiadas que propician situaciones no deseables.

Mi compromiso es hacer prevalecer mi dignidad humana y la de otros, promover el ejercicio de los derechos, evitar la vulneración de los mismos, pero por sobre todo ir generando espacios de sensibilización que permitan construir una verdadera igualdad. Siempre en tacones, porque mi feminidad no es debilidad, jamás sin ellos porque no es requisito estar descalza para llegar más lejos, los moldes no funcionan, fortalecer la identidad sí.

El compromiso tuyo y el de todos debe ser abandonar la indolencia y romper con los estigmas; no tenerle miedo a la autenticidad, sino al ser cómplices de atropellos.

Con afecto,

Estefanía Villacís G.

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