MUJERES, POLÍTICA Y FUNCIÓN PÚBLICA
Los discursos de paridad y
equidad para defender la igualdad de mujeres y hombres en el ámbito político y
público se han tornado tan vacíos y sin sentido porque la mayoría se han
quedado en meras palabras rebuscadas para dar una buena imagen, pocos se han convertido en acciones de cambio; por ello valoro más a los hombres que no caen
en la espectacularidad de no parecer machistas, que a las mujeres que lo son pero
hablan bonito de igualdad.
A pesar de todo la lucha por la
igualdad de género no se detiene, eso está perfecto; y aunque en un determinado
momento pareció que las mujeres empezaban a ganar espacio y tomar decisiones en
este campo, siguen siendo fichas en el tablero de los reyes del patriarcado. Lo
digo porque en nuestro país, la historia reciente muestra que la participación
y representación de las mujeres en el ámbito público se incrementó
exponencialmente, pese a esto e irónicamente no se redujo la violencia política
hacia ellas, no pisaron fuerte y mucho menos abrieron el camino para las otras,
por la falta de sororidad, poca convicción de igualdad de género, y por mucho
MACHISMO.
Además, por lo que he podido
evidenciar, acepto con tristeza que el sexismo lo fomentan las propias mujeres
al cuestionarse por vestimenta, apariencia, etc., por creerse moralmente suficientes para juzgar
la decencia, muchas viven poniéndose el pie y no se extienden las manos. Y qué
decir de los famosos roles que históricamente el patriarcado ha asignado a
hombres y mujeres, que se vuelven presiones sin sentido, de ahí que se quiere
reforzar el equívoco de que las mujeres que gozan de representatividad en lo
político-público son malas madres, esposas y viven en soledad.
En la administración pública, las
mujeres que se encuentran en cargos directivos enfrentan resistencia de todo
tipo, de un lado la envidia de su género y del otro lado hombres que subestiman
sus ideas (la competencia malsana y traiciones abundan, lo peor es que lo han
normalizado); de aquí surgen dos escenarios, el primero donde muchas tiran la
toalla cediendo ante la presión, y el segundo donde se impone la firmeza y las
funcionarias destacan generando ejemplo.
A todo esto traigo a colación que
el otro día escuchaba a una autoridad y me pareció tremendamente ridículo, SI,
pésimo que se intente ganar o mantener sitiales en base a la lástima,
conmoviendo con lágrimas y dramas, lo cual me llevó a reflexionar que existe
una diferencia muy grande entre victimizarse por lo que ha sido tu historia de
vida o motivar con tu historia de vida a muchas mujeres que desde lo público
pueden hacer algo significativo. Las primeras son estrellas fugaces, las
segundas de firmamento, las que se quedan en el imaginario colectivo.
Volviendo a la paridad, ahora que
se acercan nuevas elecciones veremos si los partidos y movimientos políticos
escogen a más mujeres para puestos principales y no de suplentes, si se generan
consensos, apoyo y convergencia de ideas. En fin, la paridad no debe ser una
imposición sino una decisión desde los espacios de los movimientos y partidos
políticos en aras de una igualdad material entre los géneros. Las mujeres deben
resolver participar activamente y generar una incidencia positiva en la
sociedad, de lo contrario se mantendrá la violencia estructural que las oprime
y objetiviza.
El poderío femenino se reforzará
cuando todas las mujeres crean en sí mismas, se sientan capaces de gestar
cambios y de apoyarse mutuamente en todos los ámbitos; en el caso de las
primeras, deben estar dispuestas desde el cargo de alcaldesas, prefectas,
asambleístas, gobernadoras, presidentas y/o cargos directivos de la
función pública, a generar transformaciones y tener claridad entre lo que
significa servir y jamás ser servil; basta que lo crean, se convenzan y lo
apliquen. En lo político y público, las mujeres fuertes, seguras y autónomas
tendrán el liderazgo requerido para trascender.
Con afecto,
Estefanía Villacís G.
Muy buena refñlexión
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