Legalizar una realidad, el aborto.
Se tiende a caer en
decir lo que genere simpatía, casi nunca en lo que se siente o se piensa
realmente, casi siempre a lo que resultare conveniente; de aquí surgen las
falsas realidades, erróneas interpretaciones y muchas acusaciones.
Las argentinas trajeron
al debate de nuestra región, la legalización del aborto, fueron semanas de una
álgida controversia donde las etiquetas de pro vida y pro aborto resonaron, los
medios de comunicación tuvieron demasiada responsabilidad en el reforzamiento
de dichas etiquetas, en mi opinión esto contribuyó a las posturas cerradas; el
debate no debe centrase en ese gran equívoco sino en porque es necesario que se
legalice.
Indudablemente este
no es un tema para tratarlo a la ligera, escuché muchas de las intervenciones
que se dieron en el senado argentino, y aunque el contexto argentino no es el
mismo que el del Ecuador, analizar las posturas del porque si o porque no, son
fundamentales para el debate, así como aprender a defender las convicciones.
Queramos o no, el
aborto es una realidad latente, que le duele a muchos, que escandalizan a otros
y por lo tanto no se puede ocultar, se debe solucionar sin dogmas de por medio.
Es cierto que un aborto clandestino o no, tiene riesgos, pero más el
clandestino, que aunque no se legalice seguirá dándose.
Tan difícil es
entender que la maternidad no es un deseo de todas las mujeres, que no puede
ser forzada; y, más difícil entender que legalizar el aborto no es estar a
favor de él, ni obligar a las embarazadas a que lo hagan, ni mucho menos
fomentar la promiscuidad. No es acabar con la vida, equivale a que cada mujer
tenga la posibilidad de decidir sin ser criminalizada, o expuesta a peligros
innecesarios.
Los conservadores
dicen que la solución no es legalizar el aborto, sino la educación sexual para
evitar embarazos no deseados y con ello un aborto, obviamente aquello es
imprescindible. Sin embargo, cuando en nuestro país o en otros se ha intentado
desarrollar estas políticas, se alarman, marchan en contra del libertinaje
sexual que según ellos el Estado quiere propiciar en los jóvenes; y, que decir
de la iglesia que sale a pedirles a los jóvenes abstinencia y castidad porque
el sexo es pecado si se trata de placer, sólo existe para la procreación. Aquí
vale resaltar que yo creo fielmente en Dios y tengo la mayor certeza que ese
Dios no condena ni esclaviza como muchos de los discursos que la iglesia le
atribuye.
Estoy segura que muchas
de las miles de mujeres que han levantado su voz y han sido propulsoras de este
tan controversial asunto en ya muchos países, jamás en sus vidas han abortado,
y tampoco lo fomentan, simplemente defienden los derechos de las mujeres que
sobre todo por su realidad económica, lo hacen y son criminalizadas.
El sistema
patriarcal no entiende que la legalización del aborto es una lucha por dos
aspectos sustanciales, el primero evitar la ya mencionada criminalización, y además
la muerte o complicaciones en la salud de las mujeres que toman la dura
decisión de interrumpir un embarazo. Y segundo, para reivindicar sus derechos,
acabar con la objetivización que las mira como incubadoras.
En todo este tiempo
he leído de todo, desde posturas muy bien fundamentadas hasta barbaridades como
las de presumir que las mujeres que luchan por la legalización del aborto
pretenden vivir sumidas en la promiscuidad para interrumpir los embarazos que
resultaren de su inmoralidad. ¡Por favor!
Muchos de los que
juzgan a quien abortó, llamándola criminal por “matar” a un inocente, no se han
dado cuenta que ellos también han “matado”; ¿A quiénes han matado? ¿De qué
forma lo han hecho? Momento de darles respuesta a las interrogantes. Pues bien,
han “matado” cuando callaron ante el hecho de un niño/a abusado, violado;
cuando pudiendo no evitaron el femicidio y/o feminicidio; cuando antepusieron
sus conveniencias y afectaron gravemente la vida de alguien más.
Me pregunto también
por esos hombres que comparten mensajes ofensivos a las mujeres, si son los
mismos que se niegan a usar preservativos. Me pregunto por las mujeres que
juzgan perversamente a sus pares; y por muchas otras que cuando han ido a
confesarse, buscando consuelo en un sacerdote (mismo que la hará creer la mujer
más pecadora si le da señales de querer liberarse de las cadenas del
patriarcado), no tendrán recelo de que su consejero espiritual que
aparentemente les dará paz y las guiará por los senderos del señor, sea uno de
los tantos pedófilos y abusadores que le han quitado legitimidad a la iglesia
como institución.
Y qué decir de
algunos políticos, ya no asombra la hipocresía tan férrea de los que dicen que
defienden la vida; dicen que es un horror permitir que una mujer irresponsable
quiera tapar su falta de cuidado quitándole la vida a un inocente, y yo me
pregunto, defienden tanto la vida que poco les importa destinar recursos y
adoptar medidas que combatan el hambre de quienes nacieron bajo la extrema
pobreza; no sólo construir escuelas, sino contratar docentes que los eduquen
para que tengan una vida digna; que en la misma forma construyan hospitales que
los atiendan. No son los mismos que bajo las ansías de acumular poder y gozar
de los recursos públicos prefieren usar el dinero del Estado para su provecho y
no para atender las necesidades de las personas.
Nuestra
legislación, considera no punible el aborto en ciertos casos, ante lo cual me
surge una nueva pregunta, ¿La norma se está contradiciendo? ya que si el
argumento es que con indiferencia de si es feto, embrión, etc., es un ser vivo;
entonces, no es un ser vivo cuando dicha mujer ha sido violada, siempre y
cuando padezca discapacidad mental, en ese caso no hay asesinato, no hay
pecado. ¿De qué hablamos? Y si la violada eres tú, no tienes discapacidad
mental, quedas embarazada y decides interrumpirlo, te vas a la cárcel y el
violador libre violando a otras mujeres, ¿Replantarías tú postura?
De este tema hay
mucho por decir, pero finalizo con lo siguiente: NO ESTOY A FAVOR DEL ABORTO, (lo
digo con todas sus letras), pero así como no participaría para que alguien tome
esa decisión, tampoco la juzgaría. Como personas podemos ser todo, pero
recuerden algo, hay un momento preciso en el que somos NADIE, y ese es para
juzgar a otro. Si quieren no comprendan, pero reconozcamos que cada uno tiene
una historia diferente, luchas diarias e internas que no necesitan ser
divulgadas para que cuando producto de eso se dé un resultado “contrario” a sus
creencias, reciban aceptación.
Los que condenan no defienden la vida,
defienden sus conceptos; los que defendemos la vida sabemos que es necesario
ser progresistas.
Con afecto,
Estefanía Villacís.
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