Migrantes venezolanas y violencia de género.
La migración de muchos
ciudadanos venezolanos a diferentes países del continente, en un primer momento
desató una reacción de xenofobia impresionante, hecho contradictorio puesto que
muchos de esos países que hoy se han convertido en el refugio de dichas
personas tienen una historia de migrantes muy marcada.
Los gobiernos de
América Latina, por su parte, ante la presión, el impacto mediático, realidad
política, depresión económica y otros factores, implementaron medidas que en su
mayoría se configuraron claramente atentatorias de derechos humanos, por
ejemplo, el solicitarles pasaportes. Lo descrito, y otros sucesos conocidos
acapararon la atención de la opinión pública, sin embargo, existe un tema en
específico que quizás no ha sido visibilizado, la violencia que sufren las
migrantes venezolanas.
En este mes de
noviembre que el activismo se intensifica para defender los derechos de las
mujeres, he considerado fundamental, profundizar en la terrible realidad que
han y están viviendo muchas venezolanas, abusadas y explotadas laboralmente
debido a los arraigados preceptos sexistas, machistas y por supuesto a los
famosos y macabros roles de género que lastiman y en algunos casos anulan por
completo su dignidad.
Lo mencionado,
personalmente me resulta más alarmante por cuanto ésta violencia no está siendo
generada únicamente por hombres, sino por otras mujeres que gozando de mejores
condiciones de vida se aprovechan de la necesidad de sus pares, quienes no
tienen más opción que aceptar todo lo que se les imponga, además que en la
mayor parte del tiempo se encuentran vulneradas emocionalmente ante palabras y
actitudes llenas de menosprecio.
Lo dicho responde también
a que he podido observar a algunas venezolanas en las calles, vendiendo sándwiches,
jugos, entre otros productos, mismas que lidian constamente con silbidos
morbosos, “piropos”, que a pesar de incomodarles, deben agradecer, son
cosificadas, además del género, por encontrarse en un posición contraria y de
desventaja; se enfrentan con pitos y gritos, ya sabemos que la mayor parte de
nuestro tiempo vivimos de prisa, pero lo más doloroso es que otras mujeres les
lanzan el carro – sentido figurado-, aquellas que las satanizan por sus
características físicas, las mismas que del modo más indolente las llaman
putas, sin detenerse a ponerse en sus zapatos, e imaginar por un instante que
sería de ellas si les tocase trabajar en las calles para tener con que
alimentarse, pagar un lugar donde vivir, comprar medicinas si lo necesitaren.
Más allá de todo esto, que pareciera no tan grave, existe otra realidad más
espeluznante, la trata de mujeres, de niñas, pasa más de lo que se pudiera imaginar, están
siendo mercantilizadas.
La Convención internacional sobre
la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, en su
artículo 5, literal a), señala que: “Los Estados
Partes tomarán todas las medidas apropiadas para: Modificar los patrones
socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la
eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier
otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de
cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres; (…)”.[1]
Y sí, existen normas promulgadas para dar cumplimiento a este y otros mandatos,
si son las suficientes y correctas, es otro tema, pero lo traigo a colación por
la siguiente interrogante, ¿Qué estamos haciendo nosotros para transformar esos
patrones socioculturales? Como reza la tan conocida frase, “Si cambias tú, cambia el mundo”, si
comenzáramos a realizar un ejercicio constante sobre nuestras palabras y
prácticas prejuiciosas y discriminatorias, seguramente no nos desgastaríamos
tanto como sociedad al momento de debatir y diseñas leyes y reglamentos que
terminan siendo una mera fuente bibliográfica.
La violencia no es algo dado, es un conjunto de
palabras y prácticas aprendidas, fácil de propagar, por ende la violencia de
género es un fantasma que perfectamente se puede combatir, si continuamos rebelándonos
ante el patriarcado, si nos atrevemos a defender todo aquello que nos permite
ser libres y construirnos en los seres que queremos y no en el que nos imponen,
y, si generamos más empatía y apoyo a nuestro género.
Estefanía Villacís G.
[1]
Asamblea
General. “Convención internacional sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación a la mujer”. A/RES/34/180. Aprobado: 18 de diciembre de 1979. En
vigor: 3 de septiembre de 1981. Ratificado por Ecuador: 1981.
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