Migrantes venezolanas y violencia de género.

15:32 estefania villacis 0 Comments

La migración de muchos ciudadanos venezolanos a diferentes países del continente, en un primer momento desató una reacción de xenofobia impresionante, hecho contradictorio puesto que muchos de esos países que hoy se han convertido en el refugio de dichas personas tienen una historia de migrantes muy marcada.

Los gobiernos de América Latina, por su parte, ante la presión, el impacto mediático, realidad política, depresión económica y otros factores, implementaron medidas que en su mayoría se configuraron claramente atentatorias de derechos humanos, por ejemplo, el solicitarles pasaportes. Lo descrito, y otros sucesos conocidos acapararon la atención de la opinión pública, sin embargo, existe un tema en específico que quizás no ha sido visibilizado, la violencia que sufren las migrantes venezolanas. 

En este mes de noviembre que el activismo se intensifica para defender los derechos de las mujeres, he considerado fundamental, profundizar en la terrible realidad que han y están viviendo muchas venezolanas, abusadas y explotadas laboralmente debido a los arraigados preceptos sexistas, machistas y por supuesto a los famosos y macabros roles de género que lastiman y en algunos casos anulan por completo su dignidad.

Lo mencionado, personalmente me resulta más alarmante por cuanto ésta violencia no está siendo generada únicamente por hombres, sino por otras mujeres que gozando de mejores condiciones de vida se aprovechan de la necesidad de sus pares, quienes no tienen más opción que aceptar todo lo que se les imponga, además que en la mayor parte del tiempo se encuentran vulneradas emocionalmente ante palabras y actitudes llenas de menosprecio.

Lo dicho responde también a que he podido observar a algunas venezolanas en las calles, vendiendo sándwiches, jugos, entre otros productos, mismas que lidian constamente con silbidos morbosos, “piropos”, que a pesar de incomodarles, deben agradecer, son cosificadas, además del género, por encontrarse en un posición contraria y de desventaja; se enfrentan con pitos y gritos, ya sabemos que la mayor parte de nuestro tiempo vivimos de prisa, pero lo más doloroso es que otras mujeres les lanzan el carro – sentido figurado-, aquellas que las satanizan por sus características físicas, las mismas que del modo más indolente las llaman putas, sin detenerse a ponerse en sus zapatos, e imaginar por un instante que sería de ellas si les tocase trabajar en las calles para tener con que alimentarse, pagar un lugar donde vivir, comprar medicinas si lo necesitaren. Más allá de todo esto, que pareciera no tan grave, existe otra realidad más espeluznante, la trata de mujeres, de niñas,  pasa más de lo que se pudiera imaginar, están siendo mercantilizadas.

La Convención internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, en su artículo 5, literal a), señala que: “Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para: Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres; (…)”.[1] Y sí, existen normas promulgadas para dar cumplimiento a este y otros mandatos, si son las suficientes y correctas, es otro tema, pero lo traigo a colación por la siguiente interrogante, ¿Qué estamos haciendo nosotros para transformar esos patrones socioculturales? Como reza la tan conocida frase, “Si cambias tú, cambia el mundo”, si comenzáramos a realizar un ejercicio constante sobre nuestras palabras y prácticas prejuiciosas y discriminatorias, seguramente no nos desgastaríamos tanto como sociedad al momento de debatir y diseñas leyes y reglamentos que terminan siendo una mera fuente bibliográfica.

La violencia no es algo dado, es un conjunto de palabras y prácticas aprendidas, fácil de propagar, por ende la violencia de género es un fantasma que perfectamente se puede combatir, si continuamos rebelándonos ante el patriarcado, si nos atrevemos a defender todo aquello que nos permite ser libres y construirnos en los seres que queremos y no en el que nos imponen, y, si generamos más empatía y apoyo a nuestro género.

Estefanía Villacís G.




[1] Asamblea General. “Convención internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación a la mujer”. A/RES/34/180. Aprobado: 18 de diciembre de 1979. En vigor: 3 de septiembre de 1981. Ratificado por Ecuador: 1981.

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