Sucesos inesperados, vidas nuevas.
La vida da giros inimaginados, nunca podríamos
tener la seguridad de que irá bien o que no, ya que muchas circunstancias no dependen
de nuestros actos, mucho menos de nuestra voluntad. No así, nuestra consciencia
y el cúmulo de acciones individualistas y en cierto punto hasta egoístas
podrían obrar para que sucesos impensados nos conmocionen.
Muchos podríamos incluso sentirnos inmunes al dolor
y a la tragedia, por sentirnos plenos, felices, y hasta con “orgullo” de los
éxitos alcanzados; pensamos que lo “malo” sólo le pasa otros y no a nosotros.
Creemos vivirlo todo a pedir de boca.
Igualmente que no son la mayoría sino un grupo reducido de personas las que constantemente diseñan planes y
programas para ayudar a los que necesitan de iniciativas altruistas. NO siempre
y NO todos compartimos de esa prosperidad de la que gozamos, muchas veces
pasamos indiferentes ante la necesidad de los desamparados.
Sin embargo, cuando menos lo esperamos se presentan
los tan temidos remezones de la naturaleza para demostrarnos lo frágiles que
somos y sólo en esos instantes podemos ver como una realidad tangible aquella
afirmación de que “la vida es tan efímera”.
Ante ese panorama de caos, ansiedades, miedos y
tristezas nos sentimos perdidos en un primer momento, la vida hace una pausa
forzada y jamás deseada por nosotros, pero dicha pausa tendrá la duración que decidamos,
el tiempo que nos cueste despertar del letargo y levantarnos con más ánimos.
Entre todo ello, son maravillosas las muestras de
fraternidad, hermandad y solidaridad que se originan en estas situaciones de
infortunio, siempre va a ser lindo potenciar nuestro lado más humano, aun así
me pregunto y les pregunto a muchos, ¿Por qué sólo ante una catástrofe nos
acordamos de hacer algo y/o de dar algo por una o muchas personas caídas en
desgracia? Reflexionemos!
Nadie debe hacer juicios de valor sobre nadie,
mucho menos juzgar, no es correcto ni saludable enfocarnos en nuestra
negatividad, peor en la negatividad de los demás. Lo ideal es vivir con la
consciencia de que cada día podemos ser más proactivos para ayudar, para
enseñar, para construir, para compartir.
La fuerza se origina en nuestra mente, la nobleza
en nuestra alma, y el amor en nuestro corazón, si podemos cambiar lo que está
mal, hagámoslos, jamás dejemos de mirar a nuestro prójimo con benevolencia. El
actuar “bien” no es exclusivo de santos, es y debe ser siempre nuestro
compromiso.
Con afecto,
Estefanía Villacís G.
0 comentarios: