Impulsos
Por un lado, las iras y el miedo,
por el otro, las alegrías y sorpresas, estas emociones circunstanciales son los
principales motivos que nos impulsan para que actuemos sin antes detenernos un
instante a analizar si lo que vayamos a decir o hacer generará una reacción
apropiada o por el contrario causará significativas consecuencias, que obviamente
serán molestosas para unos y creadoras
de fatigas para nosotros.
Dicen que en su mayoría los impulsos son
causantes de daños, pero no es un regla general, ni algo totalmente cierto, dado
que la espontaneidad que vale decir es una actitud linda y natural manifestación
de las personas sinceras, también ha creado gratos momentos y grandes
resultados en quienes casi nunca dejan
espacio para que las dudas hagan de las suyas y se arriesgan a exteriorizar lo
que les dicta su corazón en el acto.
Eso sí, el ser impulsivos,
impulsivos, así como algo parecido a lo agresivo, resulta fuerte, ya que no
sólo serás percibido con una persona desagradable, sino que siempre propiciarás
caos y problemas, te etiquetaran como un ser difícil e infeliz, a quien todos
van a querer, pero muy lejos; y quizás tu carácter no sea en su conjunto así,
pudo pasar que algo o alguien te haya dejado con esa mala actitud, ¡Qué importa
lo que pasó! Aquí es cuando digo que: Vale dejar de ser impulsivos, pero si impulsarse a desechar todos los arrebatos, y esto agota menos que lo
primero. Tampoco cabe saturarse, porque todo lo que no queramos de nosotros se
puede reformar sin colapsar.
Completamente diferente es el que
se tenga un impulso por alegría, de esos que en un dos por tres originan
chispas, de los que encienden a la gente, los que muchas veces dejan al
descubierto realidades por demás bonitas, que tan pronto como se asimilen concederán
muchas otras ventajas.
Con independencia de los títulos que
tengamos, el mérito más grande es poder estudiarnos continuamente y aprender
de ello. Cual estudio de química o física, debemos ir rediseñando a diario nuestras
fórmulas para que todos los impulsos que sintamos, detonen en pura felicidad.
Estoy convencida de que en los
peores momentos en los que podemos tomar impulsos sobre cualquier asunto, son
cuando nos encontramos tristes, o cuando nos encontramos muy enojados, porque
estaremos tomando las elecciones desde nuestros vacíos, y no en
torno a lo que realmente es conveniente y prudente.
En suma, si los impulsos que
provocan el amor o el sentirnos bien deben ser regulados, algo mesurados,
los impulsos que causan los miedos y el odio deben ser bloqueados, ni siquiera
pensados. Igual no hay porque hacerse líos, pues existen momentos en los que
nada debe ser muy razonado, bastará práctica para entenderlo y tener la
confianza de que es parte de nuestra libertad manifestarnos de vez en cuando
sin protocolos.
Lo que si doy por sentado es que
los impulsos son en muchos casos queridos y en otros extraños, a veces tan
necesarios, a veces hacen daño, y a
veces nos ayudan a escalar peldaños.
Con afecto,
Estefanía Villacís G.
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