Deshumanizados
Las noticias sobre atentados,
violaciones, asesinatos, secuestros, robos y así tantas situaciones que día a
día ocasionan un derramamiento de sangre en el mundo, se están convirtiendo en
sucesos normales. ¿Cuándo pasó esto? ¿En qué momento nos deshumanizamos
tanto? ¿Por qué nos acostumbramos a la maldad?
Pareciera que nuestra única reacción
está siendo el lamentarnos y observar con pena a todas las víctimas de aquellos
actos tan monstruosos. Cuando nuestro principal deber sería el hablar, cuestionar,
proponer y obrar en pro de la paz y del respeto por nuestra dignidad humana.
Hoy en día tenemos las herramientas para hacer escuchar nuestra voz, para
plantear ideas, crear soluciones que alivianen el caos que se ha generado
mayormente por ser cómplices con nuestro silencio, por mostramos ciegos y
sordos frente a los hechos de destrucción.
Nos hemos deshumanizado porque
atropellamos el respeto de todos los seres vivos que conforman el planeta sólo
para saciar nuestros antojos y sentirnos todo poderosos; nos hemos
deshumanizados porque adoramos lo material por encima del amor que necesitamos
para vivir con afectuosidad; nos hemos deshumanizado sencillamente por la
indiferencia con la que vivimos, porque ya no nos preocupamos por aliviar el dolor
de alguien más, sino por solamente estar bien nosotros, y aunque no podemos
resolver los problemas, ni mucho menos la vida de otro ser humano en su
totalidad, tampoco podemos hacer que nuestra actitud de quemeimportismo
colabore en la progresividad de los actos inhumanos que están acabando con la
conciliación que debe primar entre todos los individuos.
El egocentrismo se ha apoderado de
muchos corazones, y la cooperación se está apagando; no quisiera imaginar que con
el transcurso de los días aumente el número de aquellos que conforman el grupo
de los malos, un grupo donde esas
personas actúan sin la más mínima ética ni pudor. Esto no puede ocurrir.
Así como tampoco el seguir afianzado
la idea de que si eres pobre no puedes hacer nada, ¡Gran error! El mayor
obstáculo es la pobreza de consciencia y la falta de interés, no las carencias
materiales, pero más allá de ese aspecto, la mayor pobreza es la que vivimos
cuando dejamos escapar a nuestros valores y principios, cuando nos traicionamos
y actuamos equivocadamente convencidos de que el fin justifica los medios.
Cuando preferimos ponerles el pie a los demás para llegar a la meta, y no hacer
una carrera honesta.
Los derechos humanos no están siendo
cumplidos, es nuestro deber hacerlos efectivos, además de promulgarlos para que
todas las personas se llenen de poderío y no toleren el desmedro de los mismos.
No podemos seguir permitiendo que quienes estén al mando de lo político o
económico direccionen nuestras vidas según sus conveniencias, es hora de tomar
el control.
¿Qué más podemos hacer? Pues una
valiosa labor que deberíamos llevar a cabo todos, es la de limpiar la sangre de
muchos inocentes con actos de unión y ejemplos de bondad; con propuestas
solidarias y palabras afirmativas; con la voluntad de purificar al mundo.
Lo único de lo que debemos contagiar
los unos a los otros es de amor, tolerancia y sobre todo de una extrema pasión
por la fraternidad. Humanízate ya.
Con afecto,
Estefanía Villacís G.
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